lunes, 11 de mayo de 2015

¿El 'bullying' nos enseñará civismo y tolerancia? / Análisis

Ojo. No me refiero a la horrible y deplorable práctica del acoso, la burla y el ataque aleve contra una persona o marca por el simple placer de causar dolor y desasosiego.Nunca podría estar de acuerdo ni apoyar tan horrenda expresión de odio sin sentido. Sin embargo, ante los últimos hechos acaecidos referentes a los colados en Transmilenio y otras noticias de alta rotación mediática, me he puesto en la tarea de analizar un curioso fenómeno de reprenda social, lo que parecería ser una nueva modalidad de escarnio público basado en redes sociales.

Por ejemplo lo que pasó con Camila Cortés, la joven bogotana captada bloqueando las puertas de seguridad de TransMilenio, lo cual, por presión ciudadana en redes sociales, directo en sus perfiles digitales, redundó en un ejemplarizante caso de protesta social, incluso con acción legal del sistema de transporte contra la ciudadana agresora.
Incluso, a través de las redes sociales de EL TIEMPO se gestó una interesante iniciativa ciudadana que reunió las propuestas de la ciudadanía para combatir el abuso de los colados en el servicio de Transmilenio.
O lo sucedido con July Paola Salas, beneficiaria del programa Jóvenes en Paz, del Distrito, quien quedó grabada en video por un policía que trataba de impedir que se colara en TransMilenio –el flagelo de moda en las estaciones del sistema– cosa que al final hizo no sin antes insultar y denigrar del agente. Su caso terminó con su desvinculación del programa de beneficios y en una presentación pública de disculpas de su parte tanto para representantes del sistema de transporte como para la policía.Una vez más, la presión y el escarnio, agresivo y constante, de las redes sociales, terminó por materializar una justa sanción.Podríamos hablar de muchos casos: el piloto de motos que mató a un perro a tiros y que, tras la iniciativa de miles de personas en redes sociales que tomaron como propia la agresión, alentaron a varios de sus patrocinadores a cancelarle la ayuda.¿Podría ser exagerada la persecución y presión social a la que se someten estas personas que, al final del día, terminan poniéndoles rostro, nombre y apellido a los diarios abusos e historias ocultas de intolerancia e incultura ciudadana? Podría ser. Y máxime cuando July Paola, Camila o Juan Sebastián se convierten en víctimas de la vulgaridad y las amenazas de muerte.Pero no hay que negar que en todos estos casos la correcta y necesaria presión ciudadana, este nuevo escarnio digital, dejó una gran moraleja y el resultado positivo de una enseñanza que tanto nos urge a todos los colombianos: obrar mal trae problemas.Ninguno de nosotros es superior a nadie ni puede andar por la vida abusando o haciendo daños sin pagar por ello.En días pasados vi a un infractor, de una moto, en la Caracas con calle 72, grabando con su celular al Policía que le imponía un comparendo. El agente, como no, hacía lo propio y captaba con su móvil todo.Seguirán siendo más frecuentes los casos de ciudadanos, funcionarios y autoridades usando la tecnología para proteger sus derechos, para protestar ante los abusos y para ponerle rostro a las malas prácticas de la colombianidad: el ‘usted no sabe quién soy yo’, ‘el todo lo puedo’. Y a mí eso me parece perfectamente válido.

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